Crítica de Toda mi violencia es tuya, de Carolina Yuste un retrato feroz de una generación silenciada

Toda mi violencia es tuya, la primera novela de la actriz y ahora escritora Carolina Yuste, es mucho más que un libro. Es un guantazo generacional, un grito que viene de los márgenes —geográficos, sociales, emocionales— y que resuena especialmente en quienes fueron adolescentes durante los años 2000.

Esta generación, marcada por el bullying, el cuerpo perfecto, la represión emocional, la falta de referentes y la sobreexigencia, encuentra en estas páginas un espejo que no suaviza nada: muestra las heridas abiertas, la rabia contenida y, también, la ternura que sobrevive en las ruinas.

Badajoz como cuerpo, territorio y orgullo

Uno de los grandes protagonistas del libro no es humano: es Badajoz (Badahó). El lugar de origen de Yuste no es solo un escenario, sino un cuerpo vivo. Hay un orgullo de tierra y acento que atraviesa cada página: los pueblos, los bares, los cementerios, las fiestas. Todo lo que conforma esa cultura periférica que rara vez ocupa un lugar en la literatura.

La novela da valor a lo que durante años se intentó silenciar: las infancias rurales, los cuerpos que no encajan, las amistades entre mujeres que se sostienen aunque estén rotas por dentro.

Feminismo, reguetón y rabia: una generación a la intemperie

Esta es también la historia de quienes empezaron a ser feministas porque estaban agotadas de ser perfectas, de quienes crecieron con la SuperPop, con los test absurdos de compatibilidad y con canciones de reguetón que les enseñaban a desear desde la contradicción.

Carolina Yuste canaliza una rabia antigua, colectiva. Se convierte, en una Erinia contemporánea, una figura mitológica que reclama justicia social con una prosa que a ratos parece una coreografía de fuego.

El cuerpo como campo de batalla

En este libro hay vísceras, hay heridas abiertas, hay carne. Se habla del cuerpo que sangra, del cuerpo que grita, del cuerpo que aguanta.
Yuste no tiene miedo de abrirse en canal. Lo hace con una honestidad tan brutal que probablemente este libro, en otro momento histórico, habría sido censurado. Pero ahora está aquí, y es necesario.

La amistad como red de rescate

Entre tanto dolor, hay algo que sostiene: la amistad entre mujeres. Aunque estén rotas, se agarran. Se acompañan. Se reconstruyen. Esa red afectiva es uno de los pilares más hermosos y humanos del libro.

Conclusión

Toda mi violencia es tuya es un libro que no pretende gustar, sino decir. Es un libro necesario, incómodo, político. Y es también un acto de amor: por la tierra, por las amigas, por quienes fuimos, por quienes aún están sobreviviendo.

La literatura española necesitaba esta voz. Y después de esto, Badajoz ya no será solo un lugar en el mapa, sino una forma de estar en el mundo.

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